
Cuando comencé con el blog, hablando un día con una amiga me comentó: “me gusta más que escribas sobre la vida y no tanto sobre la religión, sobre la Iglesia”. Tomé estas palabras con mucha consideración, pero hoy no puedo “evitar” (mejor dicho, no quiero evitar) escribir con un poquito más de claridad –sólo un poquito- sobre mi religión, sobre mi fe. Y la razón, teniendo en cuenta lo que me dijo mi amiga, no es otra que
“para mí, la vida es Cristo”. Esto lo dijo San Pablo hace unos 2000 años… y hoy me atrevo a repetirlo. No sé a vosotros, pero a mí me asombra que hoy, tantos y tantos años después, con tanta historia y tantas historias de por medio, seamos muchos los que pensamos esto. Yo me he atrevido a escribirlo y probablemente mañana me “arrepentiré” de haberlo puesto tan claro en el blog… Y el atreverme aquí tiene para mí un doble sentido: el menos importante es atreverme a manifestarlo públicamente en la red, donde todos los que queráis podéis leerlo; el más importante es atreverme a poner en mi boca (o en mis dedos, porque estoy tecleando) estas palabras de un santo, a sabiendas de que yo estoy muy lejos de afirmar con mi vida lo que dicen.
Hay más de un "detonante" para esta entrada, pero sólo os quiero confesar uno… Hace unos días estaba en clase y la profesora –excelente profesional- hablando con gracia de la relevancia de grandes científicos, mencionó a Newton y nos dijo (no es textual): “Newton era creyente, porque en ese momento no se conocían muchas cosas. Y puso la referencia en Dios. Otros, como él les había resuelto tantos problemas, dijeron: bueno, eso se lo podemos perdonar”. Bien, este es el punto de partida... Hoy también hay grandes científicos creyentes; hay estudiantes, investigadores y profesores universitarios creyentes; médicos, abogados, economistas, maestros, historiadores, ingenieros y arquitectos creyentes; barrenderos, panaderos, fotógrafos, taxistas y peluqueros creyentes... y eso que "se conocen" más cosas que en la época de Newton...
He dicho que iba a hablar más claramente de mi fe. No sé lo que saldrá, pero voy a intentarlo. “Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer, realmente creer, en la divinidad del Hijo de Dios, Jesucristo?“ Son palabras que escribió Dostoievski en su obra “Los hermanos Karamazov". Yo no me considero una persona culta. He estudiado una ingeniería y ahora soy estudiante de doctorado, cosas que no necesariamente están relacionadas con un buen nivel cultural. No soy Newton ni nada que se le parezca y no le he resuelto a nadie ningún problema, así que nadie “me tiene que perdonar” lo de ser creyente… Sí que soy una europea de nuestros días (no hago distinción alguna entre europeos y no europeos, pero es por seguir a Dostoievski). En suma: soy ciudadana del siglo XXI y sí: creo en Dios… Creo en Dios “a pesar” de mis estudios de ingeniería, “a pesar” de tener la oportunidad de profundizar científicamente en muchas cuestiones… y mejor, voy a sustituir el “a pesar” por un “precisamente por”: creo en Dios “precisamente por” mis estudios de ingeniería, “precisamente por” tener la oportunidad de profundizar científicamente en muchas cuestiones… Precisamente por todo ello, porque es ahí donde me he encontrado con Él, a través del “asombro” ante la realidad, a través de tantas personas (algunas las conozco desde hace más, a otras desde hace menos) a las que desde aquí agradezco todo lo que han hecho y todo lo que hacen por mí, todo lo que han hecho y todo lo que hacen por nosotros (posiblemente estoy hablando de ti). Y estas personas son, como tú y como yo, ciudadanos de nuestro tiempo... y ciudadanos cristianos.
Tengo la sensación de que nuevamente os escribo un poco “en abstracto”. Siempre me pasa… Lo cierto es que no quiero contar demasiado mi experiencia en un "escenario" como este. Puede que algunos de los que leéis esto me conozcáis algo, otros poco y otros nada. Voy a ver qué os digo. Ciertamente, Dios siempre ha estado a mi lado (igual que está a tu lado, lo creas o no)… Sin embargo, yo no le tuve en cuenta y no me di cuenta de esto hasta que nos encontramos… Ya habíamos coincidido alguna vez, pero nada, todo había quedado en un “hola y adiós” o ni siquiera en eso. El primer encuentro, el primer encuentro de verdad, se produjo hace 6 años –marzo de 2004- al atravesar las puertas de la Catedral de Santiago de Compostela tras haber andado poco más de 100 km hasta ahí, sin intención alguna de encontrarLe, con la única intención de "contemplar" la belleza del paisaje. Al final resultó que la Belleza se hizo “visible” en la belleza… Todavía no he encontrado la fórmula matemática que resuelva este “misterio”, el "misterio" del Encuentro, cierto que tampoco la he buscado, cierto que no me hace ninguna falta. Allí comenzó, allí Él sembró una semilla en la que yo no tenía especial interés… Si tomas una tierra no demasiado buena y siembras una semilla, lo normal es que tengas que trabajarla para que crezca la planta… La semilla es la fe y la puso Dios... y luego, con ayuda y a veces en la adversidad, la he ido cultivando. Conociéndome, mirando atrás, mirando toda mi vida, todo lo de antes a ese marzo de 2004, todo lo de después hasta este instante, yo soy la primera que se “sorprende” hoy al decir: “Sí, creo”. Este sí lo digo conscientemente, con completa libertad, con muchísima alegría; este sí no lo digo “a la ligera”, sé lo que me ha costado, sé lo que Le he costado, pero sobre todo sé que Dios me Ama y que te Ama a ti, seas o no consciente de ello. En muchas ocasiones me puedo decir: “¿y esto? Esto no puede ser… ¿Dónde está Él?”. No quiero concretar, pero os puedo asegurar que está… Si levantas la mirada del suelo y Le miras a Él, te encuentras con que Él ya llevaba largo tiempo mirándote, Él siempre te ha mirado, te estaba esperando…
No sé qué experiencia tienes tú, que estás leyendo esto. Quizás te suena un poco a ciencia-ficción o a saber qué, o quizás tienes una experiencia similar, o ya estás pensando en dejar de leer…Como ejemplo: fijaos en una familia, una madre y un padre que aman a sus hijos, que se desviven por ellos (sé que no todas las familias son “ideales”, pero tampoco nosotros somos “ideales”…). El deseo de estos padres es la felicidad de sus hijos, ¿qué si no? Sin embargo, no son los “dueños” de sus hijos, no son los dueños de su "destino": ellos educan, educan con el amor, educan con el ejemplo, con las palabras, con los consejos… Pero ciertamente esto no les garantiza que sus hijos vayan a emprender el camino “correcto”, un buen camino en sus vidas… Alguno de sus hijos puede errar el camino, puede caer en miles de trampas que te pone la vida (hechas tantas veces por los propios hombres…). Bien: pues ahí, en medio del dolor, están sus padres, amándole, aconsejándole, pero no coaccionándole, no imponiéndole… deseosos de que vuelva. Esto que pasa en muchas casas, en todo el mundo, cada día… es lo que recoge la “Parábola del hijo pródigo” (Lucas 15, 1-3.11-32). En la imagen podéis ver el regreso del hijo pródigo según lo pintó Rembrandt. Así es Dios: Él es mi Padre, Él es tu Padre, Dios te Ama y, por supuesto, quiere que estés a Su lado, porque es lo mejor para ti, pero no te lo impondrá... Él te esperará y te acogerá con inmensa Alegría si regresas, pero no te exigirá que vuelvas...
No sabría cómo deciros esto de otra manera sin contar demasiado de mí, pero tengo la sensación de que lo dejo “a medias”… Estas palabras las habéis podido escuchar (o no, no los sé) muchas veces, pero cuando las palabras no se hacen vida, cuando no nos cambian, cuando no nos mueven… ¿de qué nos sirven? Yo, sinceramente, ahora no tendría fe si no la cultivase cada día, si no me dejase mirar por Dios, si no Le mirase, si no hubiese buscado o no quisiese la compañía que Él ha puesto a mi lado en cada momento, si no me dejase "interpelar" continuamente por lo que pasa a mi alrededor... Sé que si dependiese de mí -si sólo dependiese de mí- ahora andaría por no se sabe dónde… Pero aunque reconozco que una parte depende de mí –de mi correspondencia- Él me lo ha dado todo para seguirLe. ¿Me explico? Él nos ha Amado primero, Él nos ha Mirado primero, Él se ha Entregado primero… Él puede dármelo todo –puede dártelo todo-, mientras que yo no puedo darle nada más que lo poco que tengo.
Quisiera poder contároslo de otra manera, pero las palabras se me quedan cortas… Quisiera poder contaros el porqué digo lo que digo. Os aseguro que detrás de lo que escribo –si me conocéis un poco, más o menos lo sabréis- no hay sólo “razonamientos abstractos”… Mentiría si dijese que no soy persona de “razonamientos” ni de “abstracciones”, pero lo que hay, lo que hay sobre todo, son vivencias, son las cosas que han pasado y pasan en mi vida, igual que han pasado y pasan en tu vida. Son experiencias en las que con o sin esfuerzo, con un trabajo mayor o menor, he visto el abrazo de Dios... Y este abrazo es el que veo hoy en muchas de las personas que me rodean.
Creo en Dios… Él me ha levantado muchas veces. Sé que existe, sé que está conmigo, sé que quiere estar con todos… y lo quiere no porque nos necesite, sino porque Le necesitamos. Le necesitamos: tengo 25 años, de los cuales casi 20 los he pasado “pasando” de Él… y veo la diferencia... y veo la necesidad…
Esta entrada no ha quedado como quisiera... Si no supiese de qué estoy hablando podrían parecerme “sólo” palabras… “Temo” que a vosotros os parezcan también eso: “sólo” palabras… Las palabras se pueden negar, las palabras se pueden discutir… Incluso se podría hablar de “circunstancias”, de lo que queráis… Pero lo que nadie me puede negar, lo que nadie me puede discutir, es la experiencia de toda mi vida, la experiencia de los últimos años, mi relación con Él, la asombrosa compañía de los suyos. Nadie me puede negar decirLe GRACIAS.
Si alguno se queda pensando “¿pero de qué estás hablando? ¿Qué estás diciendo?”, que lo diga, por favor. Están los comentarios en el blog y también la dirección de email que he puesto por ahí.
Saludos a todos, si es que alguien lo lee y, como siempre, ¡perdón por la extensión! :)