Quería regalarte algo, algo que valiese la pena, pero no lo he encontrado o no estaba a mi alcance... Estaba preparada para salir en su búsqueda, pero lo estaba buscando fuera... Cuando tenía ya puesto el bolso, el bonobús preparado y los cascos para escuchar música en el trayecto, me ha venido este pensamiento: “su regalo lo tienes aquí, está en tus manos y está en tu corazón”. Por esta razón, ahora escribo, con la consciencia de que ha sido nuestro Jefe el que ha querido que este sea tu obsequio, mejor o peor, más o menos valioso, pero que sea tu obsequio y, si quiere, el de los que han vivido, viven y vivirán con intensidad su llamada al sacerdocio.
Hace 9 años que te ordenaste. Sé la hora exacta, me la has dicho y procuraré no olvidarla. Sabes que ese minuto lo he pasado rezando por ti especialmente, con el Rosario sujeto en mi mano. Un minuto en mi trabajo, “tan sólo” un minuto, me ha bastado para decirle a Dios lo que deseas: ese ha sido el mayor regalo que podía hacerte, un tiempo de oración especialmente intensa por ti, por tu santidad. “Señor, que no sea ‘sólo’ un buen sacerdote, sino que sea un sacerdote santo”. Sé que nuestro Jefe no pasará por alto esta oración, puesto que no hay instante de oración y de ofrecimiento que se pierda. Además, estoy tranquila, porque sé que Él multiplicará el valor de este tiempo hasta hacerlo Suyo: entonces no será un minuto de oración, sino que será oración eterna, en comunión con toda la Iglesia del Cielo y de la tierra. Confío en que Él así lo hará. Al tiempo que escribo esto, te encomiendo de forma especial al beato Juan Pablo II, para que sea tu intercesor ahora y siempre ante el Señor.
Quizás te preguntas porqué escribo en abierto, aquí en mi blog. Lo hago para agradecerte en público tu entrega y agradecer su entrega a todos los sacerdotes del ayer, del hoy y del mañana. En estos tiempos, en los que tantas personas dentro y fuera de la Iglesia han sufrido por los horrores que hemos cometido los que formamos el cuerpo de Cristo, los más “sonados” por algunos sacerdotes, creo que es necesario decir GRACIAS POR SER UN BUEN SACERDOTE. Sé que si me replicases, podrías decirme que no lo eres. Yo no lo sé, pero a los hechos me remito. Hago extensible este AGRADECIMIENTO a todos los sacerdotes que lucháis cada día por ser más de Cristo. No es una cuestión de voluntad, ¿verdad? Si fuese cuestión de voluntad, acabaría muriendo: es una cuestión de corazón, de corazón enamorado. Así lo veo yo, así creo que lo ves tú (podemos “discutirlo” si quieres ;-) ).
GRACIAS POR SER UN BUEN SACERDOTE… Y no quiero decir que los buenos sacerdotes estén libres de toda culpa y pecado… ¿Hay alguien en esta nuestra Iglesia que lo esté? Probablemente no, o casi que no… Me encantan estas palabras que el hermano Rafael le escribió a su tío: “tú me has enseñado una cosa muy importante y que te la he oído decir muchas veces: que a Dios se va por muchos caminos y de muy distinto modo; unos volando, otros andando y otros, la mayor parte, a tropezones, y así como lo quiere Dios, pues así lo quiero yo”. No sé cuál es tu modalidad, la mía es “a tropezones” y así la quiero (aunque alguna vez he volado pero, eso sí, con Ryanair, y también andado, pero con una pesada mochila a mis espaldas...). Lo importante es que tenemos claro nuestro destino, nuestra meta, y tenemos a quienes nos han precedido… y, sobre todo, tenemos a Quien nos lleva de la mano a través de tantas personas y de tantos signos y a través de su Presencia real y viva entre nosotros. GRACIAS porque con frecuencia tú has sido y eres ese instrumento del Jefe en mi vida, levantando esa mochila que tanto me pesa, sobre todo cuando he tropezado.
No quiero extenderme mucho más, porque si no ¡no tendrás tiempo para leerlo y yo no llegaré a tu Misa! Pero tampoco quiero dejar de citar nuevamente unas palabras del hermano Rafael:
“Había una vez un ‘tonto de circo’ que cada vez que entraba en la pista se caía..., iba de aquí para allá, arrastrando sus enormes zapatos y con grandes esfuerzos lograba arreglar la esquina de la alfombra. Cuando ya creía que estaba bien, tropezaba en ella..., la volvía a arrugar y se caía y sudaba. (…) Yo conozco a un monje trapense que en la Trapa hace igual que el «tonto del circo», toda su actuación se reduce a un «hacer que hacemos», arrastrando los pies y secándose el sudor.
Este pobre hombre hace reír a los ángeles que contemplan desde el cielo el espectáculo del mundo y, aunque no hace los arriesgados trabajos de los demás artistas, ni da saltos mortales, ni volteretas en el trapecio..., ¿qué más da? ¡Si no sabe más que desarrugar las alfombras y con ello se gana los aplausos de los ángeles!”.
No te he copiado estas palabras para llamarte “tonto” (¡eso te lo diría a la cara! ;-) ), sino porque son también palabras que me alegran el corazón y me sacan una sonrisa… y por responder a lo que tú mismo dices a veces. No te considero ni “tonto” ni “loco” (¡corrígeme si me equivoco :-P!), pero sí que considero que más de una vez te has ganado y te ganarás el aplauso de los ángeles… Y POR ESO TE DOY GRACIAS Y LE DOY GRACIAS AL BIG BOSS PORQUE HAYA SACERDOTES COMO TÚ.
Te encomiendo en la fecha de hoy, aniversario de tu ordenación, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, a estos apóstoles y a todos los santos que con su vida han sembrado de sonrisas el Cielo y la tierra. De sonrisas: ¡qué grandes frutos!
Esto es todo lo que hoy puedo regalarte. Mañana Dios dirá.
FELICIDADES Y... ¿TE HE DICHO YA QUE GRACIAS?
Pd. Para todos los sacerdotes de todos los tiempos y para todos los que viven entregados al Big Boss (quizás sin saberlo).