Que la belleza que transmitáis a las generaciones del mañana provoque asombro en ellas.
Carta a los artistas, Juan Pablo II.

Haced cosas bellas pero, sobre todo, convertid vuestras vidas en lugares de belleza.
Encuentro con el mundo de la cultura, Lisboa, 12-5-2010, Benedicto XVI.

miércoles, 29 de junio de 2011

Que 9 años no es nada... ¿?


Quería regalarte algo, algo que valiese la pena, pero no lo he encontrado o no estaba a mi alcance... Estaba preparada para salir en su búsqueda, pero lo estaba buscando fuera... Cuando tenía ya puesto el bolso, el bonobús preparado y los cascos para escuchar música en el trayecto, me ha venido este pensamiento: “su regalo lo tienes aquí, está en tus manos y está en tu corazón”. Por esta razón, ahora escribo, con la consciencia de que ha sido nuestro Jefe el que ha querido que este sea tu obsequio, mejor o peor, más o menos valioso, pero que sea tu obsequio y, si quiere, el de los que han vivido, viven y vivirán con intensidad su llamada al sacerdocio.

Hace 9 años que te ordenaste. Sé la hora exacta, me la has dicho y procuraré no olvidarla. Sabes que ese minuto lo he pasado rezando por ti especialmente, con el Rosario sujeto en mi mano. Un minuto en mi trabajo, “tan sólo” un minuto, me ha bastado para decirle a Dios lo que deseas: ese ha sido el mayor regalo que podía hacerte, un tiempo de oración especialmente intensa por ti, por tu santidad. “Señor, que no sea ‘sólo’ un buen sacerdote, sino que sea un sacerdote santo”. Sé que nuestro Jefe no pasará por alto esta oración, puesto que no hay instante de oración y de ofrecimiento que se pierda. Además, estoy tranquila, porque sé que Él multiplicará el valor de este tiempo hasta hacerlo Suyo: entonces no será un minuto de oración, sino que será oración eterna, en comunión con toda la Iglesia del Cielo y de la tierra. Confío en que Él así lo hará. Al tiempo que escribo esto, te encomiendo de forma especial al beato Juan Pablo II, para que sea tu intercesor ahora y siempre ante el Señor.

Quizás te preguntas porqué escribo en abierto, aquí en mi blog. Lo hago para agradecerte en público tu entrega y agradecer su entrega a todos los sacerdotes del ayer, del hoy y del mañana. En estos tiempos, en los que tantas personas dentro y fuera de la Iglesia han sufrido por los horrores que hemos cometido los que formamos el cuerpo de Cristo, los más “sonados” por algunos sacerdotes, creo que es necesario decir GRACIAS POR SER UN BUEN SACERDOTE. Sé que si me replicases, podrías decirme que no lo eres. Yo no lo sé, pero a los hechos me remito. Hago extensible este AGRADECIMIENTO a todos los sacerdotes que lucháis cada día por ser más de Cristo. No es una cuestión de voluntad, ¿verdad? Si fuese cuestión de voluntad, acabaría muriendo: es una cuestión de corazón, de corazón enamorado. Así lo veo yo, así creo que lo ves tú (podemos “discutirlo” si quieres ;-) ).

GRACIAS POR SER UN BUEN SACERDOTE… Y no quiero decir que los buenos sacerdotes estén libres de toda culpa y pecado… ¿Hay alguien en esta nuestra Iglesia que lo esté? Probablemente no, o casi que no… Me encantan estas palabras que el hermano Rafael le escribió a su tío: “tú me has enseñado una cosa muy importante y que te la he oído decir muchas veces: que a Dios se va por muchos caminos y de muy distinto modo; unos volando, otros andando y otros, la mayor parte, a tropezones, y así como lo quiere Dios, pues así lo quiero yo”. No sé cuál es tu modalidad, la mía es “a tropezones” y así la quiero (aunque alguna vez he volado pero, eso sí, con Ryanair, y también andado, pero con una pesada mochila a mis espaldas...). Lo importante es que tenemos claro nuestro destino, nuestra meta, y tenemos a quienes nos han precedido… y, sobre todo, tenemos a Quien nos lleva de la mano a través de tantas personas y de tantos signos y a través de su Presencia real y viva entre nosotros. GRACIAS porque con frecuencia tú has sido y eres ese instrumento del Jefe en mi vida, levantando esa mochila que tanto me pesa, sobre todo cuando he tropezado.

No quiero extenderme mucho más, porque si no ¡no tendrás tiempo para leerlo y yo no llegaré a tu Misa! Pero tampoco quiero dejar de citar nuevamente unas palabras del hermano Rafael:

“Había una vez un ‘tonto de circo’ que cada vez que entraba en la pista se caía..., iba de aquí para allá, arrastrando sus enormes zapatos y con grandes esfuerzos lograba arreglar la esquina de la alfombra. Cuando ya creía que estaba bien, tropezaba en ella..., la volvía a arrugar y se caía y sudaba. (…) Yo conozco a un monje trapense que en la Trapa hace igual que el «tonto del circo», toda su actuación se reduce a un «hacer que hacemos», arrastrando los pies y secándose el sudor.

Este pobre hombre hace reír a los ángeles que contemplan desde el cielo el espectáculo del mundo y, aunque no hace los arriesgados trabajos de los demás artistas, ni da saltos mortales, ni volteretas en el trapecio..., ¿qué más da? ¡Si no sabe más que desarrugar las alfombras y con ello se gana los aplausos de los ángeles!”.

No te he copiado estas palabras para llamarte “tonto” (¡eso te lo diría a la cara! ;-) ), sino porque son también palabras que me alegran el corazón y me sacan una sonrisa… y por responder a lo que tú mismo dices a veces. No te considero ni “tonto” ni “loco” (¡corrígeme si me equivoco :-P!), pero sí que considero que más de una vez te has ganado y te ganarás el aplauso de los ángeles… Y POR ESO TE DOY GRACIAS Y LE DOY GRACIAS AL BIG BOSS PORQUE HAYA SACERDOTES COMO TÚ.

Te encomiendo en la fecha de hoy, aniversario de tu ordenación, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, a estos apóstoles y a todos los santos que con su vida han sembrado de sonrisas el Cielo y la tierra. De sonrisas: ¡qué grandes frutos!

Esto es todo lo que hoy puedo regalarte. Mañana Dios dirá.

FELICIDADES Y... ¿TE HE DICHO YA QUE GRACIAS?

Pd. Para todos los sacerdotes de todos los tiempos y para todos los que viven entregados al Big Boss (quizás sin saberlo).

lunes, 20 de junio de 2011

Vivir en 2.0

Saludos desde el universo 2.0. Llevo tiempo sin escribir en este blog, pero no por ello he dejado de vivir en 2.0 (bueno, un poco sí, necesitaba “desconectar”). Quizás te preguntas: ¿de qué me hablas? Web 2.0, me suena pero ¿a qué te refieres cuando dices que vives en 2.0?

Desde hace algunos años el 2.0 ha ido invadiendo nuestro lenguaje en el campo de la tecnología. Pero 2.0 es (corríjanme los expertos) más una forma de hacer la red, de vivir la red, que una nueva tecnología (que también). En la web 2.0 el centro está en ti y en mí, en los usuarios finales: ¡en todos! Por eso me gusta vivir en 2.0, porque me permite hablarte y escucharte (¡imprescindible para aprender!), porque me permite… ¡interactuar en la red! Quizás es esto lo que el 2.0 ha traído a la red: ¡MÁS VIDA! Tú y yo ya no somos usuarios pasivos, sino que somos usuarios activos, ¡vivos! Para mí el cambio es importante, puesto que queda abierto un espacio para el diálogo en sus múltiples posibilidades: redes sociales, blogs, nuevas plataformas donde compartir nuestras creaciones (fotos, videos, presentaciones, escritos…), Wikipedia, nuevas posibilidades empresariales y en el campo de la salud, etc.

Hace algo más de un año que participo activamente en la red con este blog, con cuentas en facebook (personal y blog) y, las más recientes, en twitter (personal y blog) y también en linkedin. Hoy te quiero hablar de mi historia 2.0, qué he ganado, qué he aprendido, y quiero hacerlo porque ¡CREO EN INTERNET ;)!

Antes que nada, planteo una pregunta: “Internet, ¿ángel o demonio?” Imagino que tú estarás pensando lo mismo que voy a decir: depende del uso que se le dé, se puede usar para hacer mucho bien, para compartir desinteresadamente, para difundir lo que puedes ofrecer, para dialogar (Revaloria, Manos Unidas, Cesal, Wikipedia, etc.) pero también para lo contrario. El papel de internet es también fundamental –y en auge- para las empresas, universidades o cualquier institución. Creo que cada día es más cierta esta afirmación: “o estás en internet, o no estás”. Evidentemente, no quiero decir con ello que tu valor o el valor de tal o cual persona o institución sea mayor o menor por estar o no en la red, pero responde con sinceridad: cuando buscas una respuesta, un producto, un servicio, ¿dónde lo buscas? Mi primera respuesta es: en internet. Sí, en internet, si bien compaginando o contrastando mi búsqueda con mis amigos. Sin duda, es importante que cada persona haga un uso responsable de la red y, por tanto, que padres, educadores, jóvenes y adultos sepamos cuál es el valor de la red y hasta dónde llega…

Yo me quiero centrar hoy en lo positivo que me ha traído mi vida en 2.0 y quiero destacar un punto que me parece imprescindible en nuestro papel en la red: la autenticidad. Yo soy la misma persona (o lo procuro) aquí cuando estoy escribiendo una entrada en mi blog, o un tweet, o lo que sea, que cuando estoy en mi trabajo, con mis amigos, con mi familia. No puede haber una doble vida ni una vida paralela: mi “avatar” de internet y mi “verdadero yo”… No es una cuestión nueva, pues es algo que ha sucedido siempre: hay quien vive sin mostrar su verdadero rostro o quien vive “vidas paralelas”. Puede que internet facilite o dé nuevos cauces a estos hechos, no hay que ir demasiado lejos para darse cuenta: estafas, redes pederastas, falsas noticias, rumorología, etc.

Creo que para vivir una verdadera vida 2.0 debemos empezar por vivir una vida verdadera… Aquí entran discusiones sobre la edad, sobre los contenidos, sobre los derechos de autor y mil cosas más. ¿Quieres una verdadera vida 2.0? Defínete: ¿quién eres tú? Y actúa, escribe, dialoga, en consecuencia… ¡y con respeto!

A fecha de hoy y probablemente para siempre, tengo en mente esta pregunta: ¿quién soy yo? Tengo algunos datos concretos, otros que he ido narrando en algunas entradas de este blog, pero mantengo abierta siempre las preguntas: ¿quién soy yo? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué y para qué tengo delante este portátil y esta conexión a internet? ¿Por qué tengo estos amigos? ¿De dónde me viene todo esto? ¿Qué aprendo? Son preguntas que de forma consciente unas veces y otras menos, he de responderme cada vez que actúo en mi día a día. Y como parte de mi acción, está mi participación en la web.

Por el deseo de compartir estas preguntas, de lanzarlas al mundo, de buscar respuestas… por el deseo de infinito –sí, ¡de infinito!- me abrí a la red: así comenzó mi blog, así un día abrí una cuenta en facebook (esto fue menos consciente, lo reconozco) y así he abierto recientemente (y conscientemente) mis cuentas de twitter. Así también, porque mi trabajo también forma parte importante de mi vida, abrí mi cuenta en linkedin. Por el mismo deseo me he puesto en contacto con algunas personas, por ese deseo he conocido nuevos amigos, por ese deseo más de una vez alguien conocido o desconocido me ha dado las gracias por cualquier entrada de este blog o por alguna frase concreta… Por ese deseo respondí al concurso “¿Cómo has descubierto a Dios?” del portal Catholic.net, tras haber leído su anuncio en Zenit.org, hasta ver mi testimonio publicado en un libro… Por ese deseo de enriquecerme en lo personal, de dejar caer las fronteras y las barreras que puede que nos separen en el tiempo, en la distancia o en la cultura, escribo hoy esta entrada…

Mi vida en 2.0 no es una “vida aparte” sino un aspecto de mi única vida, de la vida verdadera que procuro vivir cada día: una vida que si se reduce a la red se reduce muchísimo, pero si le quito la red te pierdo a ti. Me interesa preguntarte: ¿qué buscas en internet? ¿Qué haces en internet? ¿Qué vives en internet? ¿Qué te ayuda en internet? ¿Cómo es tu vida 2.0?

Hace unos meses una persona me dijo: "estoy descubriendo la verdad de la fe a través de tu autenticidad". El "mérito" no es mío, pero aprovecho la frase para lanzar esta petición: si tú también vives en 2.0, sé auténtico, sé tú mismo, con apertura y respeto: el mundo -y tú mismo- te lo agradecerá.

domingo, 24 de abril de 2011

La eterna pregunta


Llevo tiempo sin escribir aquí. He tenido mil cosas y no he podido, he iniciado alguna entrada que no he llegado a publicar, pero hoy retomo mi blog con ilusión.

No pretendo convencerte de nada, simplemente quiero escribir esto porque Dios –que Se presentó en mi vida por sorpresa- sigue sorprendiéndome día a día y yo no puedo dejar de decírtelo. Siempre he pensado, aunque no siempre lo he hecho, que lo bueno está para compartirlo. No sé si conoces o no al Señor, pero tras 7 años a Su lado, no sin mis más y mis menos, puedo decir que lo mejor que puedo ofrecerte es el Señor, a quien amistosamente llamo “el Jefe” (término que me “contagió” una buena amiga). Y no lo digo sin asombro, porque Él Se ha puesto en mis manos y en las manos de muchos, también en las tuyas, para que Le demos a conocer. ¿No es sorprendente? Dios Se abandona en nuestras manos, en las manos de aquéllos por los que murió y Resucitó, en las manos de aquéllos por cuyos males, sufrimientos, desesperanzas, infidelidades, pecados… Se entregó. Alguna vez me he atrevido a preguntarLe: “Pero Señor, ¿eres consciente de lo que estás haciendo? ¿Es que aún no sabes lo que somos?”. He encontrado una respuesta, que todavía no alcanzo a comprender: “Te quiero, confío en ti; os quiero, confío en vosotros”.

¿Conoces la historia de la imagen del Señor crucificado sin brazos? La imagen original, que se venera en Münster (Alemania), era antes una imagen completa de Jesús sobre la cruz, pero durante la Segunda Guerra Mundial esta imagen perdió sus brazos. Se pensó en restaurarla, pero en lugar de hacer esto, se puso junto a ella una inscripción en la que se lee: “Ahora vosotros sois mis brazos”. Sigo preguntándole: “Jefe, ¿pero es que no sabes cómo somos?”. Y sí, lo sabe, nos lo ha mostrado estos días de Semana Santa de una manera especial… y yo he tenido la gracia de que esta sea hasta la fecha la Semana Santa que he vivido con mayor intensidad.

Probablemente tú también has participado en los Oficios de Semana Santa, o en los días del Triduo Pascual -Jueves Santo, Viernes Santo y Vigilia de Resurrección del Sábado-, o tal vez no y tu Semana Santa ha sido “una semana más” de vacaciones, de trabajo, o lo que sea… No voy a extenderme en lo que supone la Semana Santa, sólo pinceladas de lo que este año me ha sorprendido de un modo especial, pese a que es lo que sucede cada día: Jesús es entregado por uno de Sus discípulos, sufre la Pasión y es crucificado, muere… y Resucita al tercer día. Le entrega uno de Sus discípulos, Le juzgan sin conocerLe verdaderamente –tú, yo, todos-, carga con la Cruz –la tuya, la mía, la de todos-, Le crucifica Su propio pueblo –tú, yo, todos-, Sus discípulos huyen y desesperan –casi todos, yo- y Él exclama: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Esto que sucedió entonces, ha venido sucediendo, sucede y sucederá hasta el final de los tiempos, no ha sido obstáculo para que el Señor siga entregándose por nosotros y, también, a través de nosotros. No ha sido obstáculo, sino más bien, es el porqué de Su entrega. Cuando alguien ama de verdad, está dispuesto a soportarlo todo, a perdonarlo todo, a entregarse por entero, a tender su mano nuevamente, a mendigar el amor de quien parece rechazarle… Sé que es “imposible”-y muchos me lo habéis dicho-, pero con palabras de Jesús: “es imposible para los hombres, no para Dios” (Lucas 18:27). Por eso yo Le pido para todos –todos, todos, todos- que nos “quite nuestro corazón de piedra y nos dé un corazón de carne”, como prometió (cfr. Ezequiel 26:36).

Para hacernos esto visible, Dios Se encarnó y Se hizo hombre… Es asombroso: Dios, que podría “resolverlo” todo únicamente “pensándolo”, quiso hacerSe hombre en la persona de Jesús, quiso venir a esta nuestra tierra y vivir entre nosotros, exactamente como uno de nosotros… Él quiso experimentar nuestra condición humana, nuestra flaqueza y debilidad, nuestros sufrimientos y desesperanzas, la tentación, el desgarro… y la alegría. Vino y vivió entre nosotros, aprendió, comió y bebió, trabajó, rió, lloró por sus amigos, por su pueblo, por sentirse sólo… y Se entregó y murió condenado y torturado, negado y traicionado, humillado… Y en esa condena y en esa Pasión no cargó únicamente con Sus dolores humanos, sino también con los tuyos y con los míos, con los de todos los hombres de toda raza y condición y, lo más doloroso, con el vacío que a veces reina en nuestros corazones, con todo nuestro mal, con todo nuestro pecado: no Se entregó por “la humanidad”, sino por ti, por mí, por el hombre más poderoso del mundo y por el más pobre y despreciado, por todos los hombres de todos los tiempos. ¿Qué debió soportar? Si enciendo ahora la televisión, probablemente encontraré muchas noticias trágicas, dramáticas, terribles, de hoy mismo. Para mí sería “suficiente” ese dolor de hoy, es más, “prescindiría” de él si por mi fuese, pero Él lo tomó y lo hizo Suyo: el de hoy, el de ayer, el de mañana, el de siempre…

San Pablo escribió: “me alegro de completar en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo” (Colosenses 1:24). Pregunto: “San Pablo, ¿qué dices? ¿que no bastó la Pasión de Cristo?”. Reconozco que no entiendo tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto mal en el mundo, especialmente aquél que provocamos nosotros mismos… Pero - esto es un auténtico misterio para mí- de las palabras de San Pablo aprendo que nuestro sufrimiento completa lo que falta a la Pasión de Cristo, ¡que era y es Dios! ¿Nosotros? ¿Completar nosotros lo que falta a la Pasión de Cristo? Un misterio que misteriosamente me alegra.

Creo que debo cortar aquí. No he escrito lo que venía pensando, ha salido otra cosa, lo que me ha venido a la cabeza en cada momento… Sólo quiero plantear la eterna pregunta: “si Dios existe, ¿por qué permite tanto dolor, tanto mal?”. Yo no tengo una respuesta “universal” a los grandes interrogantes de la humanidad, pero poco a poco voy aprendiendo y aprehendiendo cosas a través, sobre todo, de la experiencia de mi vida, que es inseparable de la experiencia de Dios en mi vida. ¿Por qué, Señor, tanto dolor? Sin el sufrimiento mi vida sería una mentira, una “superficialidad”, sin el dolor mi corazón seguiría siendo de piedra (ahora es una mezcla de piedra y carne), no podría comprender al que desespera ni abrazar al que sufre, no empezaría a intuir qué significa amar, ni tampoco sería libre... Quiero una vida verdadera, no una vida “idealizada”. “Sólo” quiero ser feliz y sé que esto no es realmente posible sin que haya dolor.

Gracias por todo, Señor, gracias porque Te entregasTe por nosotros, gracias porque has Resucitado. Tengo la certeza de que del mismo modo que Te acompañamos diariamente -aun sin saberlo- en Tu muerte, Te acompañaremos –si dejamos que nuestro corazón se haga carne- en Tu Resurrección.

Creyentes o no, todos estamos hechos para la felicidad, para la auténtica felicidad.

lunes, 31 de enero de 2011

¿Por qué soy cristiana?



A finales de octubre del año pasado quise responder a esta pregunta, pensando en dar razones de mi fe para todos y, en primer lugar, para mí misma. No tenía el ordenador y comencé a responder en mi libreta, pero alguna interrupción hizo que lo último que escribí tras plantearme la pregunta fuese “y las respuestas que…”. Ahí me quedé. Recuerdo que estaba en Madrid ese día, pero no recuerdo por qué ese día me vino a la cabeza esa pregunta, ni por qué no la respondí. Después he escrito bastante poco y prácticamente nada sobre papel. Ahora, cuando ya está terminando el primer mes de 2011, quiero y puedo retomar este blog y tratar de comenzar el año respondiendo a aquélla pregunta: “¿por qué soy cristiana?”
Si has seguido el blog desde su comienzo o más o menos has leído algo de lo que llevo escrito, quizás recuerdes alguno de mis porqués. No pretendo repetir nada y, por tanto, quiero partir de cero al responder ahora. Mi camino empezó antes de que yo lo descubriese, pero si hay un momento que destaco como el primer encuentro con Dios es mi primer Camino de Santiago (¡Buen camino!). Para no mentir, diré que antes hubo otro momento de especial intuición de Algo grande, no sé si ya lo he mencionado en algún momento. Fue el día 1 de julio de 1999. Ese día falleció mi madre y yo supe -tuve la certeza- de que Dios existía. No sé por qué sucedió, pero recuerdo que miré al cielo y supe que Él existía e incluso llegué a decirle a mi abuela –lo recuerdo textualmente- “tengo miedo de convertirme en una beata”… Lo cierto es que luego este “miedo” se me pasó muy rápido y pronto volví a vivir en mi agnosticismo, prescindiendo de Dios, tratando de vencerlo todo por mis propias fuerzas, que no eran nada, y poniendo toda mi voluntad en seguir adelante. Poco menos de 5 años después Dios Se me hizo presente nuevamente en el Camino de Santiago y sí, esta vez, ya no pude negarLe (¡y doy gracias!).
Vuelvo a la pregunta que da nombre a esta entrada. Quizás tú, como yo hace años, ves el cristianismo como un conjunto de “reglas” que hay que cumplir para obtener una recompensa (la vida eterna, el Cielo), en la que puede que ni creas. Quizás estas “reglas” te parecen una carga, incluso algunas te parecen incómodas, anticuadas y puede que “irracionales”, contrarias a nuestro tiempo. Incluso es posible que, aun siendo creyente, vivas el cristianismo de esa forma: “cumplir, cumplir, cumplir”. No voy a negar que a veces yo lo he vivido (y sigo viviéndolo) así. Pero lo cierto es que “cumplir” es una palabra que no me gusta en absoluto y menos cuando se habla del cristianismo. Yo no quiero “cumplir” el ideal cristiano, sino vivirlo. Es distinto. Vivir el cristianismo me da serenidad, alegría, paz, confianza… “Cumplirlo” me lleva al vacío, a la desesperación, a la impotencia y a la frustración…
Soy cristiana porque he descubierto y sigo descubriendo día a día que es Cristo Quien me da respuesta. Si no tienes experiencia de esto, te puede sonar realmente extraño, como a mí hace unos años. Si lo has vivido, lo comprenderás. Tras mi primer Camino de Santiago hice algo muy “curioso”, que fue leerme en tiempo récord un libro titulado “La fe explicada” (de Leo J. Trese), que no es que sea poquita cosa. Hoy no puedo decirte ninguna de las razones de la fe que leí en aquel libro, pero sí puedo decir que el libro no fue “un punto y final”, sino una “coma” o un “punto y seguido”... Intuía que era lo que buscaba. Luego vinieron muchos otros libros, muchas horas de oración, muchas Misas… Comencé a dar pasos junto a los que me acompañaban, vinieron muchas rosas con sus muchas espinas, vinieron muchas alegrías y también tristezas, valles y cumbres, bajadas y subidas… Leía hace poco que “algo es verdadero cuando permanece en el tiempo” y, después de estos pocos pero muy intensos años, después de conocer más o menos el camino de la Iglesia y de profundizar en el cristianismo como experiencia (aún me queda mucho), puedo decir que es verdad, que el cristianismo es un hecho, que Cristo está presente. Sin ir más lejos, después de estos años, jamás escribiría esto si Cristo no estuviese presente, si no estuviese presente hoy, aquí y ahora. No seguiría caminando a Su lado si no le “viese”, si no le viese actuar en mi vida y en la de muchas personas. Si Él no estuviese, yo hubiese abandonado la Iglesia, hubiese “olvidado” mi fe en poco más de año y medio, puede que menos, en dos años a lo sumo, tras el Camino de Santiago. Y, es más, si Cristo no estuviese hoy, la Iglesia no existiría… La Iglesia no podría existir de ningún modo sin Él, porque la formamos personas llenas de errores y de horrores (no hace falta que dé “ejemplos” de esto) y, sin duda, se hubiese “autodestruido” y hubiese desaparecido hace ya mucho… Pero la realidad es que hoy la Iglesia sigue caminando con todas sus heridas, las que causamos sus miembros y las que recibimos, y que yo, como muchos otros, seguimos caminando con Cristo con todas nuestras heridas. No sé cómo decirlo, no sé cómo “trasladarlo”, sólo puedo repetir que esto no sería posible sin Él.
Soy cristiana no porqué me he “amoldado” a lo que “nos manda” la Iglesia, sino porque en cada minuto de oración, en cada Misa, en cada cristiano que busca día a día encontrarSe con Cristo, he descubierto la respuesta que buscaba y que busco. Soy cristiana porque lo que el cristianismo me pide es justo lo que deseo ofrecer, justo lo que siempre he deseado (y repito, como otras veces, que soy la primera sorprendida)… Soy cristiana porque soy una pequeña piececita de este “puzzle” que es la Iglesia, formado por tantas y tantas piezas diversísimas que milagrosamente encajan entre sí y componen una obra única que no sería la misma si alguna de ellas faltase… Aún faltan piezas por “encajar”, hay piezas dañadas, todas tenemos algún “desperfecto”, a veces “rozamos” con las piezas vecinas e incluso nos “encajamos” donde no corresponde… Si no hubiese Quien trabaja con nosotras, pobres piezas, con verdadero Amor, este “puzzle” jamás llegaría a estar completo. Pero ese Alguien está y nos está esperando a ti y a mí, nos está esperando a todos… y esa obra única llegará a culminarse.
Soy cristiana porque he descubierto que una imagen vale más que mil palabras, porque he mirado el Sagrario, porque he mirado el Crucifijo, porque te he mirado a ti (amigo o amiga) y porque pienso en ti aunque no te conozca… Pero, sobre todo, soy cristiana porque poco a poco, unas veces más y otras menos, al mirar el Sagrario, el Crucifijo… y al mirarte, he descubierto una Mirada que me precede, un Abrazo que me precede, un Amor que me precede y que para nada merezco.
Soy cristiana porque Él ha tenido piedad de mi nada. “Sólo” por eso.