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He pasado la
última semana entre Lombardía y Véneto, aunque ahora escribo desde
Madrid. Mi primera sorpresa fue que nada más bajar del avión
Madrid-Bergamo los pasajeros nos encontramos a dos personas "aisladas"
en verde y equipadas con mascarilla que nos tomaban la temperatura
guardando la distancia cautelar. Me resultó extraño y desproporcionado,
hasta que pocos días después llegó la segunda sorpresa: el "estallido"
del coronavirus en el norte de Italia.
Italia ha tomado medidas
drásticas ante la llamativa aparición del coronavirus. Regiones
enteras como Lombardía y Véneto, han cerrado universidades y
colegios al menos durante esta semana, cancelado eventos deportivos,
suprimido funciones religiosas (incluyendo las celebraciones religiosas
cotidianas como la misa) y cualquier cosa que pueda suponer una
aglomeración de personas. La cotidianidad ha cambiado, las mascarillas
se han revalorizado y los productos desinfectantes para la casa siguen
su mismo camino. La magnitud de las medidas me llama mucho la atención y
no me atrevo (aunque no dejo de pensarlo) a juzgarlas como
"desproporcionadas". Las autoridades han decidido cortar por lo sano,
cosa que la sabiduría popular de generaciones puede avalar y alabar con
su "más vale prevenir que curar". Más vale, sí, pero cuidado con el
histerismo que puede ser difícil de curar.
¿Tercera sorpresa? El
contraste. Al aterrizar ayer desde Bérgamo en Madrid no pasó nada, nada
de nada de nada. Ni siquiera un inofensivo -aunque probablemente
inefectivo- control de temperatura.
A decir verdad una cosa sí
sucedió: coincidí en el avión con un grupito de grandes amigos a los que
hacía tiempo que no veía y al encontrarnos en Barajas nos saludamos sin
guardar ninguna distancia de seguridad. Aunque poco o nada tenga que
ver este encuentro con el coronavirus, fue sin duda la mayor de las
sorpresas. La mayor. Porque hay amistades, relaciones, que superan
cualquier tiempo y cualquier distancia y que le dan valor a cada
instante, también a este. ¿Quién nos separará?
Del coronavirus nos queda esperar que siga sin pasar por estas tierras. Pero en cualquier caso no dejemos de esperarlo todo, todo -¡Todo!- a través de las circunstancias que se nos presentan en esta vida de aventuras. Así sea.