Estoy en el tren, camino de Valencia a Zaragoza. En mi vagón vamos unas 10
personas, creo que no más. Cada una tendrá su historia, cada una sus problemas,
sus creencias o sus no creencias… Quién sabe cuántos seremos católicos,
católicos practicantes. Puedo decir que al menos dos, porque está una religiosa
(se la distingue por su hábito) y estoy yo. Quién sabe cuántos estaremos
unidos…
Voy a aprovechar este trayecto para hablarte precisamente de la unidad, más
bien, de la Unidad con letra mayúscula. Si eres católico, te resultarán
familiares estas palabras relativas a la Iglesia: Una, Santa, Católica y
Apostólica.
Hoy voy a hablarte de la primera de ellas: la Iglesia es Una. Desde que
encontré la fe, desde que Dios se metió en mi camino por sorpresa, he sentido
el dolor de ver como esta Iglesia que decimos Una se encuentra dividida. No me
refiero a la existencia de diversas instituciones, movimientos, asociaciones,
etc. Esto no es una división, es un rasgo bellísimo de nuestra Iglesia. ¿Por
qué? Porque en la Iglesia todos tenemos cabida, hay carismas “para todos los
gustos”, para todos los temperamentos, para todas las sensibilidades
particulares de cada uno de nosotros… Pero esto no es división, es Belleza, es
riqueza para la Iglesia, son tallas de un mismo diamante. Cada uno está en
disposición, si lo desea, de encontrar un lugar en la Iglesia donde vivir su fe
con la compañía espiritual y la amistad que necesita, siguiendo un carisma
particular que le facilite el camino –el único camino- que debemos seguir todos
en la Iglesia: Cristo, él es nuestro Camino, y persiguiendo aquello a lo que
todos en la Iglesia hemos sido llamados, la santidad. Sólo un apunte respecto
de la santidad: no pienses que eso no está hecho para ti, que está hecho para
hombres y mujeres con “súper-poderes” (no creas, yo también lo pienso a veces)…
Pero lo cierto es que no: la santidad es una llamada universal para todos los
cristianos y consiste, no en hacer lo “imposible”, sino en dejarse hacer por
Dios, en entregarse a Su Voluntad… Todos podemos alcanzar la meta de la
santidad, la plenitud en la Vida Eterna, si nos ponemos en manos de Dios como
el barro en manos del alfarero, si nos dejamos podar como los sarmientos en la
vid… Yes, we can! ;-)
Bueno, volvamos a la Unidad. A fecha de hoy, conozco bastantes
instituciones en la Iglesia, cosa que me sorprende, Dios lo ha querido así, y
eso que hace apenas 8 años que me encontré con el Señor. Conozco el Opus Dei,
el movimiento de Comunión y Liberación, a algunos miembros del Regnum Christi y
Legionarios de Cristo, a sacerdotes diocesanos, a Carmelitas Descalzas, a
religiosas del Lumen Dei, Misioneras Identes, neocatecumenales, cristianos que
no pertenecen a ninguna institución en concreto… Algunas veces, para mi
tristeza, he oído comentarios negativos o críticas de algunos miembros de
alguna institución hacia otras instituciones… Es algo que me produce muchísimo
dolor y creo que al Señor, que es el mismo para todos, le producen mucho más
dolor. Él le dijo a María desde la Cruz que en Juan tenía a su hijo, y a Juan
que en María tenía a su madre… regalándonos a todos la única familia de la
Iglesia.
Hace pocos días, escribiendo sobre este tema, pensaba en lo que es la
Iglesia: la Iglesia somos todos, Cristo es la cabeza y nosotros somos su cuerpo.
¿Qué sentido tiene que con tu mano tires piedras contra tu propio pie? ¿O que
con tu pie pises tu propia mano? Es algo que dicho así, humanamente, resulta
muy comprensible: no tiene sentido alguno. Sin embargo, es lo que nosotros, los
católicos miembros de una Iglesia que es Una, hacemos con frecuencia. Pocos
días después, hablando con una amiga de la Obra, me decía que a ella este tema
también le produce mucho dolor. En su casa a veces ha oído críticas hacia otras
instituciones (lo mismo he oído yo en otras instituciones hacia la Obra) y ha
querido corregir estos comentarios. ¿Por qué? Ella lo explicaba muy bien
poniendo la analogía de una familia: la Iglesia es una familia. Dios es nuestro
Padre: ¿qué padre no quiere que sus hijos estén unidos? Sus hijos pueden ser
muy distintos unos de otros, pueden comprenderse más o menos entre sí, incluso
pueden “caerse” mejor o peor, pero ¿qué padre no desea que pese a las
diferencias que existen entre ellos, permanezcan juntos, unidos? Y que los
hijos sean distintos, no quiere decir que ninguna sea mejor que el otro… Espero
hacerme entender, bien sea con mi ejemplo, bien sea con el de mi amiga. Creo
que explicado así está al alcance de todos el comprenderlo.
Yo, por la gracia de Dios, no he de hacer un esfuerzo para querer por igual
a todas las “partecicas” de la Iglesia, para admirar la Belleza que supone la
diversidad de los carismas que ésta aprueba. Quizás tú tampoco, o sí, no lo sé.
Pero piénsalo: si eres católico, la Iglesia es tu casa, es tu familia, has de
quererla como tal, en toda su totalidad, sin separatismos, sin “burlas” de unos
u otros… Lo digo con cariño.
Como sabrás, y si no lo sabes lo sabrás a partir de ahora, en la Iglesia se
celebra la Octava por la unidad de los cristianos (lo que no sé decirte, son
las fechas). Son ocho días dedicados especialmente a la oración para que los
cristianos estemos unidos, para que la Iglesia de Cristo sea verdaderamente
Una. Yo procuro intensificar mi oración por la unidad durante esos días, pero
al mismo tiempo pienso: ¡si ni siquiera los cristianos católicos estamos unidos
entre nosotros!
Quiero finalizar pidiéndote que te unas a la oración por la unidad entre
todos los miembros de la Iglesia, porque si proclamamos que la Iglesia es Una,
si decimos “Creo en la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica”, no
podemos obrar luego contra aquello en lo que hemos dicho que creemos.
Lo siento si te he aburrido :-)!! Seamos Una sóla cosa con Él.