Tengo un maestro: se llama Carlos y tiene 5 años. Todo lo que diga de mi maestro es poco… Carlos lleva en el hospital más de un mes… Cuando voy a verle, siempre me sorprende, me sorprende porque aun cuando está muy cansado, si me acerco y le pregunto “¿cómo estás?” me contesta “bien”… Nunca me ha respondido “mal”, a veces calla y otras, como mucho, reconoce que lo del hospital “es un rollo”, pero acompañando sus palabras de una sonrisa que deslumbra. Él me enseña -nos enseña a muchos- no con sus palabras, sino con su persona. Es un chico que da lecciones sin proponérselo, entre muchas otras cosas gracias a su capacidad de asombrar… Sin duda, visitar a Carlos tiene mucho más de recibir que de dar: ya no sé cuántas veces él le ha dado la vuelta a mi día.
Tiene además mi maestro un gran sentido del humor y una tremenda sencillez… ¿Cómo es posible –me he preguntado con frecuencia estando con él- que sonría de esta manera e incluso a veces se ría tanto estando aquí, en el hospital, desde hace mucho? ¿Cómo puede recuperar la sonrisa en poco tiempo tras haber llorado por alguna razón? ¿Dónde ha aprendido la serenidad? ¿Dónde la paciencia? La clave de mi maestro, creo, es que reconoce lo que vale, lo que importa. Y lo que importa es que tiene al lado a los que más quiere, tiene a su madre, tiene a su padre, a sus hermanos y a muchos amigos… Él sabe que si su madre está a su lado, no tiene por qué temer. Él sabe abandonarse en los brazos de sus padres, de sus hermanos, también de los amigos. Él, sencillamente, confía y confía con alegría. Pese a su debilidad, pese a su cansancio, pese a su dolor, pese a los enfados de a veces, creo que nunca he dejado de ver su sonrisa más de dos días seguidos… No tengo palabras…
Ahora Carlos está en otro hospital, bastante lejos, y no voy a poder verle. Sin duda va a ser mucho más difícil para él no poder estar cerca de los que más quiere, no de todos. Pero seguro que no dejará de enseñar aun en esas circunstancias, no dejará de sonreír tanto como pueda, no dejará de abandonarse en brazos de su padre. También va a ser difícil para los suyos, difícil no poder acompañarle, no poder verle, no poder abrazarle... Qué decir… Afortunadamente, en medio de estas circunstancias difíciles, ni Carlos ni los suyos están solos. Desde aquí te pido que, si rezas, les tengas presentes en tu oración y si no, nunca es tarde para empezar a rezar…
Sólo quiero añadir una cosa… ¿sabes? Cada vez entiendo mejor porqué Carlos es como es, porqué es tan sencillo, tan alegre, tan claro, tan agradecido, tan extraordinario. En su caso, es cosa de familia: Carlos es un maestro en una familia de maestros, maestros de todos los tamaños.
Tiene además mi maestro un gran sentido del humor y una tremenda sencillez… ¿Cómo es posible –me he preguntado con frecuencia estando con él- que sonría de esta manera e incluso a veces se ría tanto estando aquí, en el hospital, desde hace mucho? ¿Cómo puede recuperar la sonrisa en poco tiempo tras haber llorado por alguna razón? ¿Dónde ha aprendido la serenidad? ¿Dónde la paciencia? La clave de mi maestro, creo, es que reconoce lo que vale, lo que importa. Y lo que importa es que tiene al lado a los que más quiere, tiene a su madre, tiene a su padre, a sus hermanos y a muchos amigos… Él sabe que si su madre está a su lado, no tiene por qué temer. Él sabe abandonarse en los brazos de sus padres, de sus hermanos, también de los amigos. Él, sencillamente, confía y confía con alegría. Pese a su debilidad, pese a su cansancio, pese a su dolor, pese a los enfados de a veces, creo que nunca he dejado de ver su sonrisa más de dos días seguidos… No tengo palabras…
Ahora Carlos está en otro hospital, bastante lejos, y no voy a poder verle. Sin duda va a ser mucho más difícil para él no poder estar cerca de los que más quiere, no de todos. Pero seguro que no dejará de enseñar aun en esas circunstancias, no dejará de sonreír tanto como pueda, no dejará de abandonarse en brazos de su padre. También va a ser difícil para los suyos, difícil no poder acompañarle, no poder verle, no poder abrazarle... Qué decir… Afortunadamente, en medio de estas circunstancias difíciles, ni Carlos ni los suyos están solos. Desde aquí te pido que, si rezas, les tengas presentes en tu oración y si no, nunca es tarde para empezar a rezar…
Sólo quiero añadir una cosa… ¿sabes? Cada vez entiendo mejor porqué Carlos es como es, porqué es tan sencillo, tan alegre, tan claro, tan agradecido, tan extraordinario. En su caso, es cosa de familia: Carlos es un maestro en una familia de maestros, maestros de todos los tamaños.