Que la belleza que transmitáis a las generaciones del mañana provoque asombro en ellas.
Carta a los artistas, Juan Pablo II.

Haced cosas bellas pero, sobre todo, convertid vuestras vidas en lugares de belleza.
Encuentro con el mundo de la cultura, Lisboa, 12-5-2010, Benedicto XVI.

lunes, 31 de enero de 2011

¿Por qué soy cristiana?



A finales de octubre del año pasado quise responder a esta pregunta, pensando en dar razones de mi fe para todos y, en primer lugar, para mí misma. No tenía el ordenador y comencé a responder en mi libreta, pero alguna interrupción hizo que lo último que escribí tras plantearme la pregunta fuese “y las respuestas que…”. Ahí me quedé. Recuerdo que estaba en Madrid ese día, pero no recuerdo por qué ese día me vino a la cabeza esa pregunta, ni por qué no la respondí. Después he escrito bastante poco y prácticamente nada sobre papel. Ahora, cuando ya está terminando el primer mes de 2011, quiero y puedo retomar este blog y tratar de comenzar el año respondiendo a aquélla pregunta: “¿por qué soy cristiana?”
Si has seguido el blog desde su comienzo o más o menos has leído algo de lo que llevo escrito, quizás recuerdes alguno de mis porqués. No pretendo repetir nada y, por tanto, quiero partir de cero al responder ahora. Mi camino empezó antes de que yo lo descubriese, pero si hay un momento que destaco como el primer encuentro con Dios es mi primer Camino de Santiago (¡Buen camino!). Para no mentir, diré que antes hubo otro momento de especial intuición de Algo grande, no sé si ya lo he mencionado en algún momento. Fue el día 1 de julio de 1999. Ese día falleció mi madre y yo supe -tuve la certeza- de que Dios existía. No sé por qué sucedió, pero recuerdo que miré al cielo y supe que Él existía e incluso llegué a decirle a mi abuela –lo recuerdo textualmente- “tengo miedo de convertirme en una beata”… Lo cierto es que luego este “miedo” se me pasó muy rápido y pronto volví a vivir en mi agnosticismo, prescindiendo de Dios, tratando de vencerlo todo por mis propias fuerzas, que no eran nada, y poniendo toda mi voluntad en seguir adelante. Poco menos de 5 años después Dios Se me hizo presente nuevamente en el Camino de Santiago y sí, esta vez, ya no pude negarLe (¡y doy gracias!).
Vuelvo a la pregunta que da nombre a esta entrada. Quizás tú, como yo hace años, ves el cristianismo como un conjunto de “reglas” que hay que cumplir para obtener una recompensa (la vida eterna, el Cielo), en la que puede que ni creas. Quizás estas “reglas” te parecen una carga, incluso algunas te parecen incómodas, anticuadas y puede que “irracionales”, contrarias a nuestro tiempo. Incluso es posible que, aun siendo creyente, vivas el cristianismo de esa forma: “cumplir, cumplir, cumplir”. No voy a negar que a veces yo lo he vivido (y sigo viviéndolo) así. Pero lo cierto es que “cumplir” es una palabra que no me gusta en absoluto y menos cuando se habla del cristianismo. Yo no quiero “cumplir” el ideal cristiano, sino vivirlo. Es distinto. Vivir el cristianismo me da serenidad, alegría, paz, confianza… “Cumplirlo” me lleva al vacío, a la desesperación, a la impotencia y a la frustración…
Soy cristiana porque he descubierto y sigo descubriendo día a día que es Cristo Quien me da respuesta. Si no tienes experiencia de esto, te puede sonar realmente extraño, como a mí hace unos años. Si lo has vivido, lo comprenderás. Tras mi primer Camino de Santiago hice algo muy “curioso”, que fue leerme en tiempo récord un libro titulado “La fe explicada” (de Leo J. Trese), que no es que sea poquita cosa. Hoy no puedo decirte ninguna de las razones de la fe que leí en aquel libro, pero sí puedo decir que el libro no fue “un punto y final”, sino una “coma” o un “punto y seguido”... Intuía que era lo que buscaba. Luego vinieron muchos otros libros, muchas horas de oración, muchas Misas… Comencé a dar pasos junto a los que me acompañaban, vinieron muchas rosas con sus muchas espinas, vinieron muchas alegrías y también tristezas, valles y cumbres, bajadas y subidas… Leía hace poco que “algo es verdadero cuando permanece en el tiempo” y, después de estos pocos pero muy intensos años, después de conocer más o menos el camino de la Iglesia y de profundizar en el cristianismo como experiencia (aún me queda mucho), puedo decir que es verdad, que el cristianismo es un hecho, que Cristo está presente. Sin ir más lejos, después de estos años, jamás escribiría esto si Cristo no estuviese presente, si no estuviese presente hoy, aquí y ahora. No seguiría caminando a Su lado si no le “viese”, si no le viese actuar en mi vida y en la de muchas personas. Si Él no estuviese, yo hubiese abandonado la Iglesia, hubiese “olvidado” mi fe en poco más de año y medio, puede que menos, en dos años a lo sumo, tras el Camino de Santiago. Y, es más, si Cristo no estuviese hoy, la Iglesia no existiría… La Iglesia no podría existir de ningún modo sin Él, porque la formamos personas llenas de errores y de horrores (no hace falta que dé “ejemplos” de esto) y, sin duda, se hubiese “autodestruido” y hubiese desaparecido hace ya mucho… Pero la realidad es que hoy la Iglesia sigue caminando con todas sus heridas, las que causamos sus miembros y las que recibimos, y que yo, como muchos otros, seguimos caminando con Cristo con todas nuestras heridas. No sé cómo decirlo, no sé cómo “trasladarlo”, sólo puedo repetir que esto no sería posible sin Él.
Soy cristiana no porqué me he “amoldado” a lo que “nos manda” la Iglesia, sino porque en cada minuto de oración, en cada Misa, en cada cristiano que busca día a día encontrarSe con Cristo, he descubierto la respuesta que buscaba y que busco. Soy cristiana porque lo que el cristianismo me pide es justo lo que deseo ofrecer, justo lo que siempre he deseado (y repito, como otras veces, que soy la primera sorprendida)… Soy cristiana porque soy una pequeña piececita de este “puzzle” que es la Iglesia, formado por tantas y tantas piezas diversísimas que milagrosamente encajan entre sí y componen una obra única que no sería la misma si alguna de ellas faltase… Aún faltan piezas por “encajar”, hay piezas dañadas, todas tenemos algún “desperfecto”, a veces “rozamos” con las piezas vecinas e incluso nos “encajamos” donde no corresponde… Si no hubiese Quien trabaja con nosotras, pobres piezas, con verdadero Amor, este “puzzle” jamás llegaría a estar completo. Pero ese Alguien está y nos está esperando a ti y a mí, nos está esperando a todos… y esa obra única llegará a culminarse.
Soy cristiana porque he descubierto que una imagen vale más que mil palabras, porque he mirado el Sagrario, porque he mirado el Crucifijo, porque te he mirado a ti (amigo o amiga) y porque pienso en ti aunque no te conozca… Pero, sobre todo, soy cristiana porque poco a poco, unas veces más y otras menos, al mirar el Sagrario, el Crucifijo… y al mirarte, he descubierto una Mirada que me precede, un Abrazo que me precede, un Amor que me precede y que para nada merezco.
Soy cristiana porque Él ha tenido piedad de mi nada. “Sólo” por eso.