Que la belleza que transmitáis a las generaciones del mañana provoque asombro en ellas.
Carta a los artistas, Juan Pablo II.

Haced cosas bellas pero, sobre todo, convertid vuestras vidas en lugares de belleza.
Encuentro con el mundo de la cultura, Lisboa, 12-5-2010, Benedicto XVI.

jueves, 20 de mayo de 2010

En el siglo XXI, CREO


Cuando comencé con el blog, hablando un día con una amiga me comentó: “me gusta más que escribas sobre la vida y no tanto sobre la religión, sobre la Iglesia”. Tomé estas palabras con mucha consideración, pero hoy no puedo “evitar” (mejor dicho, no quiero evitar) escribir con un poquito más de claridad –sólo un poquito- sobre mi religión, sobre mi fe. Y la razón, teniendo en cuenta lo que me dijo mi amiga, no es otra que “para mí, la vida es Cristo”. Esto lo dijo San Pablo hace unos 2000 años… y hoy me atrevo a repetirlo. No sé a vosotros, pero a mí me asombra que hoy, tantos y tantos años después, con tanta historia y tantas historias de por medio, seamos muchos los que pensamos esto. Yo me he atrevido a escribirlo y probablemente mañana me “arrepentiré” de haberlo puesto tan claro en el blog… Y el atreverme aquí tiene para mí un doble sentido: el menos importante es atreverme a manifestarlo públicamente en la red, donde todos los que queráis podéis leerlo; el más importante es atreverme a poner en mi boca (o en mis dedos, porque estoy tecleando) estas palabras de un santo, a sabiendas de que yo estoy muy lejos de afirmar con mi vida lo que dicen.
Hay más de un "detonante" para esta entrada, pero sólo os quiero confesar uno… Hace unos días estaba en clase y la profesora –excelente profesional- hablando con gracia de la relevancia de grandes científicos, mencionó a Newton y nos dijo (no es textual): “Newton era creyente, porque en ese momento no se conocían muchas cosas. Y puso la referencia en Dios. Otros, como él les había resuelto tantos problemas, dijeron: bueno, eso se lo podemos perdonar”. Bien, este es el punto de partida... Hoy también hay grandes científicos creyentes; hay estudiantes, investigadores y profesores universitarios creyentes; médicos, abogados, economistas, maestros, historiadores, ingenieros y arquitectos creyentes; barrenderos, panaderos, fotógrafos, taxistas y peluqueros creyentes... y eso que "se conocen" más cosas que en la época de Newton...
He dicho que iba a hablar más claramente de mi fe. No sé lo que saldrá, pero voy a intentarlo. “Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer, realmente creer, en la divinidad del Hijo de Dios, Jesucristo?“ Son palabras que escribió Dostoievski en su obra “Los hermanos Karamazov". Yo no me considero una persona culta. He estudiado una ingeniería y ahora soy estudiante de doctorado, cosas que no necesariamente están relacionadas con un buen nivel cultural. No soy Newton ni nada que se le parezca y no le he resuelto a nadie ningún problema, así que nadie “me tiene que perdonar” lo de ser creyente… Sí que soy una europea de nuestros días (no hago distinción alguna entre europeos y no europeos, pero es por seguir a Dostoievski). En suma: soy ciudadana del siglo XXI y sí: creo en Dios… Creo en Dios “a pesar” de mis estudios de ingeniería, “a pesar” de tener la oportunidad de profundizar científicamente en muchas cuestiones… y mejor, voy a sustituir el “a pesar” por un “precisamente por”: creo en Dios “precisamente por” mis estudios de ingeniería, “precisamente por” tener la oportunidad de profundizar científicamente en muchas cuestiones… Precisamente por todo ello, porque es ahí donde me he encontrado con Él, a través del “asombro” ante la realidad, a través de tantas personas (algunas las conozco desde hace más, a otras desde hace menos) a las que desde aquí agradezco todo lo que han hecho y todo lo que hacen por mí, todo lo que han hecho y todo lo que hacen por nosotros (posiblemente estoy hablando de ti). Y estas personas son, como tú y como yo, ciudadanos de nuestro tiempo... y ciudadanos cristianos.
Tengo la sensación de que nuevamente os escribo un poco “en abstracto”. Siempre me pasa… Lo cierto es que no quiero contar demasiado mi experiencia en un "escenario" como este. Puede que algunos de los que leéis esto me conozcáis algo, otros poco y otros nada. Voy a ver qué os digo. Ciertamente, Dios siempre ha estado a mi lado (igual que está a tu lado, lo creas o no)… Sin embargo, yo no le tuve en cuenta y no me di cuenta de esto hasta que nos encontramos… Ya habíamos coincidido alguna vez, pero nada, todo había quedado en un “hola y adiós” o ni siquiera en eso. El primer encuentro, el primer encuentro de verdad, se produjo hace 6 años –marzo de 2004- al atravesar las puertas de la Catedral de Santiago de Compostela tras haber andado poco más de 100 km hasta ahí, sin intención alguna de encontrarLe, con la única intención de "contemplar" la belleza del paisaje. Al final resultó que la Belleza se hizo “visible” en la belleza… Todavía no he encontrado la fórmula matemática que resuelva este “misterio”, el "misterio" del Encuentro, cierto que tampoco la he buscado, cierto que no me hace ninguna falta. Allí comenzó, allí Él sembró una semilla en la que yo no tenía especial interés… Si tomas una tierra no demasiado buena y siembras una semilla, lo normal es que tengas que trabajarla para que crezca la planta… La semilla es la fe y la puso Dios... y luego, con ayuda y a veces en la adversidad, la he ido cultivando. Conociéndome, mirando atrás, mirando toda mi vida, todo lo de antes a ese marzo de 2004, todo lo de después hasta este instante, yo soy la primera que se “sorprende” hoy al decir: “Sí, creo”. Este sí lo digo conscientemente, con completa libertad, con muchísima alegría; este sí no lo digo “a la ligera”, sé lo que me ha costado, sé lo que Le he costado, pero sobre todo sé que Dios me Ama y que te Ama a ti, seas o no consciente de ello. En muchas ocasiones me puedo decir: “¿y esto? Esto no puede ser… ¿Dónde está Él?”. No quiero concretar, pero os puedo asegurar que está… Si levantas la mirada del suelo y Le miras a Él, te encuentras con que Él ya llevaba largo tiempo mirándote, Él siempre te ha mirado, te estaba esperando…
No sé qué experiencia tienes tú, que estás leyendo esto. Quizás te suena un poco a ciencia-ficción o a saber qué, o quizás tienes una experiencia similar, o ya estás pensando en dejar de leer…Como ejemplo: fijaos en una familia, una madre y un padre que aman a sus hijos, que se desviven por ellos (sé que no todas las familias son “ideales”, pero tampoco nosotros somos “ideales”…). El deseo de estos padres es la felicidad de sus hijos, ¿qué si no? Sin embargo, no son los “dueños” de sus hijos, no son los dueños de su "destino": ellos educan, educan con el amor, educan con el ejemplo, con las palabras, con los consejos… Pero ciertamente esto no les garantiza que sus hijos vayan a emprender el camino “correcto”, un buen camino en sus vidas… Alguno de sus hijos puede errar el camino, puede caer en miles de trampas que te pone la vida (hechas tantas veces por los propios hombres…). Bien: pues ahí, en medio del dolor, están sus padres, amándole, aconsejándole, pero no coaccionándole, no imponiéndole… deseosos de que vuelva. Esto que pasa en muchas casas, en todo el mundo, cada día… es lo que recoge la “Parábola del hijo pródigo” (Lucas 15, 1-3.11-32). En la imagen podéis ver el regreso del hijo pródigo según lo pintó Rembrandt. Así es Dios: Él es mi Padre, Él es tu Padre, Dios te Ama y, por supuesto, quiere que estés a Su lado, porque es lo mejor para ti, pero no te lo impondrá... Él te esperará y te acogerá con inmensa Alegría si regresas, pero no te exigirá que vuelvas...
No sabría cómo deciros esto de otra manera sin contar demasiado de mí, pero tengo la sensación de que lo dejo “a medias”… Estas palabras las habéis podido escuchar (o no, no los sé) muchas veces, pero cuando las palabras no se hacen vida, cuando no nos cambian, cuando no nos mueven… ¿de qué nos sirven? Yo, sinceramente, ahora no tendría fe si no la cultivase cada día, si no me dejase mirar por Dios, si no Le mirase, si no hubiese buscado o no quisiese la compañía que Él ha puesto a mi lado en cada momento, si no me dejase "interpelar" continuamente por lo que pasa a mi alrededor... Sé que si dependiese de mí -si sólo dependiese de mí- ahora andaría por no se sabe dónde… Pero aunque reconozco que una parte depende de mí –de mi correspondencia- Él me lo ha dado todo para seguirLe. ¿Me explico? Él nos ha Amado primero, Él nos ha Mirado primero, Él se ha Entregado primero… Él puede dármelo todo –puede dártelo todo-, mientras que yo no puedo darle nada más que lo poco que tengo.
Quisiera poder contároslo de otra manera, pero las palabras se me quedan cortas… Quisiera poder contaros el porqué digo lo que digo. Os aseguro que detrás de lo que escribo –si me conocéis un poco, más o menos lo sabréis- no hay sólo “razonamientos abstractos”… Mentiría si dijese que no soy persona de “razonamientos” ni de “abstracciones”, pero lo que hay, lo que hay sobre todo, son vivencias, son las cosas que han pasado y pasan en mi vida, igual que han pasado y pasan en tu vida. Son experiencias en las que con o sin esfuerzo, con un trabajo mayor o menor, he visto el abrazo de Dios... Y este abrazo es el que veo hoy en muchas de las personas que me rodean.
Creo en Dios… Él me ha levantado muchas veces. Sé que existe, sé que está conmigo, sé que quiere estar con todos… y lo quiere no porque nos necesite, sino porque Le necesitamos. Le necesitamos: tengo 25 años, de los cuales casi 20 los he pasado “pasando” de Él… y veo la diferencia... y veo la necesidad…
Esta entrada no ha quedado como quisiera... Si no supiese de qué estoy hablando podrían parecerme “sólo” palabras… “Temo” que a vosotros os parezcan también eso: “sólo” palabras… Las palabras se pueden negar, las palabras se pueden discutir… Incluso se podría hablar de “circunstancias”, de lo que queráis… Pero lo que nadie me puede negar, lo que nadie me puede discutir, es la experiencia de toda mi vida, la experiencia de los últimos años, mi relación con Él, la asombrosa compañía de los suyos. Nadie me puede negar decirLe GRACIAS.
Si alguno se queda pensando “¿pero de qué estás hablando? ¿Qué estás diciendo?”, que lo diga, por favor. Están los comentarios en el blog y también la dirección de email que he puesto por ahí.
Saludos a todos, si es que alguien lo lee y, como siempre, ¡perdón por la extensión! :)

domingo, 2 de mayo de 2010

Belleza en tus pasos

E’ bella la strada per chi cammina,
è bella la strada per chi va,
è bella la estrada che porta a casa
e dove ti aspettano già.


Estas palabras me las regaló no hace mucho una amiga. Supongo que vosotros, que tenéis más cultura que yo, las entendéis… Pero por si acaso voy a daros la traducción para que nadie se quede sin saber qué dicen estos versos y para ahorraros la tarea de buscarla. Dice así:
¡Qué hermoso es el camino para quien lo recorre, qué hermoso es para quien avanza! ¡Qué hermoso es el camino que lleva a casa, donde ya te esperan!
Esta entrada es un regalito para una muy buena amiga que planteó la cuestión de si resulta fácil ver la belleza en nuestro propio camino. A medida que pienso sobre el tema se me vienen a la cabeza más “ideas” y también más dificultades para explicar lo que quisiera deciros. Por ejemplo, una de las primeras preguntas que me planteo es: ¿qué es la belleza? Supongo que ninguno de los que leéis esto definiría belleza de la misma manera, aunque detrás de cada definición, en “el fondo” de cada definición, tendríamos la misma fuente. Yo voy a intentar expresar qué entiendo por belleza, pero ya os digo que muy probablemente lo que entiendo hoy por belleza no será lo mismo que entienda mañana… y esto no sucederá porque la Belleza (permitidme una mayúscula) cambie, sino porque yo –eso espero- cambiaré…

¿Qué es la belleza?
Quizás la primera cuestión que debemos resolver antes de enfrentarnos a esta pregunta es: ¿qué es para mí la belleza? No quiero recurrir a ninguna fuente para responder a esta pregunta, sino que intentaré hacerlo de un modo personal con el riesgo que a veces ello conlleva. En una primera aproximación, yo diría que la belleza es la cualidad que poseen las cosas que me atraen. Sin embargo, esta definición de belleza implica una “completa” subjetividad (completa entre comillas porque la Belleza que nos atrae a todos es la misma…). La subjetividad entra cuando esa Belleza la buscamos en las cosas que tenemos más a nuestro alcance, en las cosas que participan de la Belleza o a veces, cuando nos equivocamos, en cosas que nos parecen atractivas pero que no son realmente bellas… Creo que me estoy “abstrayendo” así que voy a intentar bajar un poquito a la tierra…
Bien, ya estoy pisando el suelo, aunque quizás alguno después de leer lo que viene a continuación seguirá creyendo que todavía estoy en la luna…
No sé a vosotros, pero a mí me encanta escuchar música clásica, me apasionan los buenos libros, me fascinan las obras de arte (y todo esto a pesar de que no sé nada sobre estas cosas)… Está claro que estás cosas que enriquecen nuestra vida no se han hecho solas: ¿quién las ha creado? Detrás de toda pieza, de toda obra ingeniosa, maravillosa… ¡hay un artista! Tal cuadro no se pintó solo, ni tal canción se escribió ni se cantó sola, ni no hubo arquitecto alguno detrás de una construcción maravillosa… ¿Cómo pensar, pues, que la mayor obra de arte, que es el Universo, que es la Tierra, que es la vida, que eres tú se crearon solos…? Para mi es evidente que no, que hay “algo” detrás de todo esto, pero no era evidente hace un tiempo… Para mí es evidente ahora que existe una fuente de toda esta belleza… Para considerarlo podría servirnos pararnos por un momento a contemplar tantos y tan hermosos paisajes, a escuchar el sonido del silencio o piezas musicales extraordinarias creadas por esos artistas creados… ¿Qué pensáis?
A mí la Belleza empezó a cautivarme hace 6 años, antes quizás “sólo” me cautivaba la belleza… Para mí todo empezó recorriendo el camino, en este caso el Camino de Santiago… Imagino que muchos de vosotros ya lo habréis hecho y a los que no os animo a hacerlo, os animo a no perder esta OPORTUNIDAD y os recuerdo que este año 2010 es año Jacobeo. Ahora no sé expresarlo bien, pero en el camino pude ver lo que le da nombre a este blog: “la belleza del camino”. Y me supo “a poco”. ¿Os digo por qué? Porque me faltaba una mayúscula: ¡”sólo” por eso! Eso sí, la mayúscula se la puse –o más bien se puso- al llegar a la Catedral de Santiago…
No sé si os habéis perdido con lo que digo o si lo habéis vivido, no sé si me he explicado o si no se ha entendido nada… Igual yo lo entiendo porque forma parte de mí, pero quisiera hacéroslo llegar de alguna manera… Quisiera hacéroslo llegar sobre todo por si a alguien le ayuda, aunque sea sólo a uno y aunque sea sólo un poco…
Creo que no he aclarado qué es la belleza, pero lo importante no es que en esta entrada lo aclare o no, sino que nos despertemos los que no estamos despiertos y abramos los ojos para ver que realmente la belleza –la Belleza- nos acompaña… Y esta es tarea de cada uno.

¿Es fácil ver la belleza en mi camino?
Después de esta “introducción”, que yo hubiese querido “breve” pero que ya sabéis –los que habéis leído alguna otra entrada- que la brevedad en estos casos me cuesta encontrarla, voy a intentar responder a mi queridísima amiga (ya siento llamarte queridísima, cabecita loca ;) ) que preguntó: "¿crees que es fácil que cada persona vea la belleza de su camino?" Yo diría, resumiendo, que se puede ver, pero en cuanto a la “facilidad” tengo más reservas. Creo que esta “facilidad” no surge de un día para otro, sino que requiere un tiempo -menor o mayor y puede que abarque toda la vida- de trabajo. Si alguien puede decirnos que sí que es fácil y porqué ruego que lo haga…
Voy a intentar hacer un paralelismo. Cuando yo era joven (esto es, cuando tenía 20 ó 21 años...) acostumbraba a subir una montaña (más bien montañita, pero dejémoslo en montaña) cada mes. Cuando llegaba al pie de la montaña y observaba el paisaje de alrededor me decía: “¡qué ilusión! ¡qué bien! ¡qué gran día que vamos a pasar!” Luego levantaba la cabeza y miraba la cima… ¿Qué pensáis que decía? Bueno, pues no decía “Mejor me quedo aquí abajo y que me recojan luego”, sino que quería empezar, ¡empezar a subir! Y empezábamos. Un paso, otro paso, mirada a un lado, mirada al otro, unas palabras a algún acompañante, una flor preciosa, el silencio y sus palabras… Todo estupendo, pero cuando ya había avanzado unos metros –a veces más, a veces menos- y empezaba a estar cansada y a tener sed y se me había acabado el agua y comenzaban a oírse los “suspiros” de algunos y los míos, de repente esta idea surgía en mi cabeza: “Esta es la última vez, la última de verdad, que subo una montaña”. Y así, con la idea de “es la última vez”, continuaba subiendo, un paso y otro paso… pero ya no estaban las miradas a uno y a otro lado, ni las flores, ni las palabras… ¿Me explico? En esta subida, tras un tiempo, me había “olvidado” de contemplar la belleza que nos rodeaba y concentraba todos mis esfuerzos, mirando al suelo, en seguir dando pasos para llegar a la cima… y me perdía lo mejor de la subida, me perdía la belleza del camino. Afortunadamente la cima llegaba y desde arriba todo se veía distinto: “había valido la pena todo, con tal de estar allí”. Quedaba bajar, pero esa es otra cuestión. Y esto se repetía siempre, cada mes, y me olvidaba de lo difícil que había sido la vez anterior para poder volver a subir y contemplar el paisaje, la belleza, desde arriba.
Creo que esta explicación de la montaña me es muy útil ahora para responder a mi amiga. Es muy útil porque en la vida puede pasarnos algo parecido, en nuestro propio camino, en nuestros pasos, puede pasarnos algo parecido… Puede pasarnos en las cosas “pequeñas” que emprendemos y puede pasarnos en “general”. Se pasa la ilusión, se pasan las ganas, se pasan los deseos… ¿Y entonces qué? ¿Nos sentamos en una piedra a esperar a que vengan a recogernos o a que pase la vida? ¿Nos sentamos y agachamos la cabeza? No es la solución y eso lo sabemos, pero no siempre vivimos este “saber”. No existe una varita mágica para hacernos levantar la mirada, no existe si no queremos… Pero a nuestro alrededor y pese a nosotros mismos, sigue la música, sigue el arte, siguen las flores, siguen las montañas, sigue la belleza… ¡la Belleza! No siempre es fácil verla, amiga, creo que llevas razón… y si estamos equivocadas que alguien nos lo diga, por favor. No es fácil porque hemos agachado la cabeza, cerrado los ojos, nos hemos tapado los oídos... y estamos tan “desesperados”, tan “asustados”, tan “desanimados”… que aunque queramos, o aunque queramos querer, no podemos… No podemos nosotros, pero sí Ella, la Belleza sí que puede… sí que puede llegarnos. Lo que tenemos que aprender es a mirarLa cuando creemos que no vemos, a escucharLa cuando creemos que no escuchamos, a tocarLa cuando creemos que no tocamos, a sentirLa cuando creemos que no sentimos… y a pedir y a mendigar y a saber decir a quien puede ayudarnos: “oye, ¿puedes mostrarme la Belleza, puedes ayudarme a verLa?”. Y esto, tienes razón, no es fácil: esto es un trabajo, es un trabajo que no se termina en vida…
Se nos puede hacer especialmente difícil cuando “algo” ha truncado nuestras expectativas, nuestros planes… y lo que vemos es que ese camino que recorrían nuestros pasos está “cortado” o que hay un letrero en el que pone “no pasar”… Sin embargo, levantando la vista, vemos que la cima de la montaña sigue ahí, no se ha movido ni un milímetro… ¿Qué quiero decir? Que sí, que ese camino que era nuestro se nos ha hecho inaccesible, intransitable, pero nos ha servido para subir un buen tramo y hemos de mirar alrededor porque seguro –segurísimo- existe alguna otra senda que nos permitirá alcanzar la cima y que nos permitirá, no sin esfuerzo, no sin trabajo, no sin sufrimientos… ¡no sin alegrías!, verlo todo desde “arriba” y decir, finalmente, que todo ha valido la pena con tal de estar ahí.
Quizás todo esto os ha parecido algo abstracto, pero espero que cada uno, si le sirve de algo, pueda aplicárselo. Yo me lo aplico, yo intento aplicármelo.

Porto con me le mie canzoni ed una storia cominciata:
è veramente grande Dio, è grande questa nostra vita!


Gracias por llegar hasta el final.
Queridíiiiiiiiisima amiga, ¿te sirvió? Un abrazo.