Que la belleza que transmitáis a las generaciones del mañana provoque asombro en ellas.
Carta a los artistas, Juan Pablo II.

Haced cosas bellas pero, sobre todo, convertid vuestras vidas en lugares de belleza.
Encuentro con el mundo de la cultura, Lisboa, 12-5-2010, Benedicto XVI.

martes, 7 de septiembre de 2010

La imagen más bella de la vida


Poco antes de comenzar el Camino de Santiago en la última semana de agosto, un amigo me escribió: “es la imagen más bella de la vida”. Ahora se cumplen ya 10 días desde que llegamos a Santiago, 8 desde que dejé atrás esta ciudad cuya Catedral es, como he visto nuevamente, mi casa… A la vuelta, hablando con una amiga del Camino, me dijo: “claro, es que tú naciste en Santiago…”. Bueno, en realidad no nací en Santiago, pero ante la pregunta que Nicodemo hizo a Jesús (Jn 3, 1-16) –“¿Acaso puede un hombre nacer de nuevo siendo viejo?”- la respuesta que le daría después de estos años es ciertamente que sí, y en este sentido nací en Santiago el 17 de marzo de 2004 (¡Buen Camino!) y no fue la última vez.
Este segundo Camino de Santiago ha sido distinto, más sereno, con otras motivaciones diversas a las que tenía la primera vez que lo hice, pero quizás se me ha cumplido más aquello que me decía mi amigo, que es la imagen más bella de la vida. La belleza del Camino ya la había palpado hace unos años, pero esta vez he sido más consciente de que incluso en los momentos más duros del recorrido, cuando cada paso te duele, permanece la belleza aunque andes tan centrado en dar un paso más que te cuesta apreciarla. Permanece la belleza en la naturaleza que te rodea, permanece en la compañía, permanece en cada gesto, en cada “casualidad”, en el descanso, en el silencio, en la soledad, en el dolor… Si estás abierto, si dejas que el Camino te toque, notas que tu corazón va dando saltos porque toda esa belleza le remite a algo más, a algo mucho más grande, a un deseo de infinito que no se colmará sin sacrificio… y tampoco sin amor.
La imagen más bella de la vida, porque la vida está llena de momentos de alegría y de momentos de sufrimiento y de pequeños grandes detalles, y pequeños grandes regalos… No niego que pese a haber recorrido sólo 111 km desde Sarria (imaginad los que vienen de lejos), a partir del tercer día pensaba con frecuencia: “no volveré a hacer el Camino, es la última vez”. Se acumulaban el dolor, el peso de la mochila, y, sobre todo, el cansancio debido a la falta de sueño… y a este “no lo volveré a hacer” que se me pasaba por la cabeza le faltaba la percepción de que cada paso valía la pena, porque conducía a una meta. No me es difícil encontrar paralelismos en cosas de la vida cotidiana, supongo que a vosotros tampoco.
El Camino es un recorrido personal, pero que para mí no hubiese tenido sentido ni en 2004 ni esta vez sin las que me han acompañado. En esta segunda vez hemos sido cuatro y a todas les agradezco los momentos que hemos compartido. Es cierto que en algunos momentos necesitaba silencio y “soledad”, pero en ningún momento ellas me han sobrado… Al contrario sí, es decir, he sentido que me faltaban, que hubiese querido haber dado cada paso con todas y entrar en Santiago con todas, cosa que no fue posible. (Siento haberos dejado a veces atrás y otras veces adelante). Sin embargo, citando a otra amiga “lo importante del Camino no es sólo llegar, sino cada etapa, cada paso” y, juntas o no, cada paso lo dimos –pienso- por todas... y por todos.
Mi “no lo volveré a hacer” se transformó en un deseo de volver a recorrer el Camino en la Catedral de Santiago, tras la Misa del Peregrino de las 12.00 el sábado de mi llegada. El Camino tiene algo que hoy sé que es la presencia de Dios y las huellas del Apóstol que a muchos, casi 2000 años después de su muerte, nos cambió la vida. “¿Por qué? ¿Por qué has hecho el Camino? ¿Por qué has venido hasta la Catedral de Santiago de Compostela?” Si alguna vez hiciste el Camino y no te lo preguntaste, quizás es el momento de responder… o, mejor, lo hayas hecho o no, quizás es el momento de recorrerlo con el deseo de que cada paso del Camino y cada paso de tu vida esté lleno de sentido. Nunca debemos dejar de buscar la felicidad…
Ahora el Camino sigue. No termina en Santiago, tampoco en Finisterre. Es mucho más largo, mucho más duro, mucho más bello… y la meta mucho más alta. Mi porqué es el deseo de andar la vida disfrutándola, asombrándome de todo, es el deseo de encontrar el lugar que haga que esto se cumpla del mejor modo, el deseo de dar… y de recibir, el deseo de saciar el corazón, el deseo de Cristo… (quién me lo iba a decir…).
Esta entrada está dedicada especialmente a mis compañeras del Camino. Mil gracias a las tres. ¡Y que la acción de gracias suba tan alto como el Botafumeiro!
Saludos y, nuevamente, disculpad la falta de concreción.

2 comentarios:

  1. lo acabo de leer!!! lo siento!! Gracias por mi primer camino. yo también pensaba "NUNCA MÁS": los madrugones, las cuestas, las picaduras...uf... y por fin Santiago!! La pena es que en la Misa del peregrino estaba más preocupada de mi cansancio que en lo verdaderamente importante. El Jefe consiguió despertarme del letargo con el botafumeiro: ahí elevé mi acción de gracias como pocas veces he hecho en la vida. Y aunque el camino no acaba en finisterre .. habrá que ir!! ¿no?
    curiel

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  2. ¡¡Ya te vale!! Anda que no han pasado meses desde que escribí esto, ¡compañera del camino! Habrá que ir, habrá que ir... Lo pensaremos, ¡si quieres en el próximo camino de Santiago continuamos hasta Finisterre! jajaja... Me alegro de que elevases tu acción de gracias con el botafumeiro como pocas veces, pero espero que sigas elevándola cada día... ¡vamos a intentarlo! Nos sostenemos mutuamente, ¿ok? B7s!

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